8 de abril de 2017

Pérdida

Pérdida
Por Mar Waves


La discoteca. Un lugar frio por la ausencia de la cordura y los sentimientos, pero caluroso al mismo tiempo por los cuerpos que bailan unidos de un lado a lado.

Con una bebida (tan amarga como la situación) en la mano, a la cual a penas le doy unos sorbos antes de derramarla por completo en el suelo, me dirijo al centro de donde todo el mundo baila. Soy empujada por unos cuantos cientos de cuerpos sudorosos y pegajosos, pero no importa realmente; en este lugar a nadie parece importarle el hecho de ser aventado los unos contra los otros.

Ahora estoy rodeada de personas, la mayoría sonríe, aunque otros están tan ebrios que es muy difícil identificar si están llorando o están soltando carcajadas; pero nuevamente, no importa realmente que es lo que otros hacen.

Me siento tan sola y perdida que apenas logro dar unos pasos antes de que la primera lagrima se deslice por mi mejía. 

Rápidamente limpio a la sin vergüenza, y aprieto fuertemente los ojos para evitar que las otras osadas no se atrevan a salir.

Intento mezclarme entre el gentío, me dejo llevar de lado a lado con los ojos cerrados; nada parece tener mucho sentido, pero no importa, últimamente nada parecía ser exactamente cuerdo.

¿Qué se sentía perder a alguien que te importaba, a alguien que adorabas? No era nada más que una presión terrible en el pecho, seguido de una patada en el estomago y una  dosis de dolores en los sienes.

Lejos, lejos, lejos.

Huyó a los brazos de alguien nuevo, quizás no mejor, pero si dispuesto a darle lo que él pedía y yo nunca quise darle.

El imbécil, el rompecorazones, el chico al que yo amaba;  se fue corriendo tal y un campeón olímpico lo habría hecho en cualquier competencia, como un niño que recién ha aprendido a caminar.

No volteó a ver atrás, no se despidió, y tampoco explicó los motivos por los cuales me dejaba.

¿Acaso olvidaste lo que me dijiste aquel domingo por la tarde? ¿Acaso olvidaste las promesas que hicimos debajo del roble abandonado?

¡Responde, hombre, que tu de muy macho te las llevabas!

Te amo, y por eso te detesto. Porque me hiciste arrimarme a un palo sin raíces, porque me distes esperanzas en vanas, porque cuando conseguiste lo que querías me hiciste a un lado como a un trapo sucio.

Los ojos me pesan, los parpados se cierran, mi cuerpo se inmoviliza, y ya no siento tener poder sobre ninguna de mis articulaciones; sé que caigo al suelo porque un dolor agudo que se remonta desde mi mano hasta el cuello, me han mascado el dedo meñique.

Querido cobarde,

tú y tu zorra pueden irse a la ******.
                                                           

1 comentario:

  1. ¿Lo escribiste tú? ^^ Es muy bonito, me han encantado. Aun que a la vez triste, pero es que yo amo las historias tristes (siempre que no sean reales claro). Seguiré leyendote, me has encantado.
    Un besito.

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Me gusta mucho leer comentarios :)